sábado, 22 de diciembre de 2012

Revolución (o cómo volver al punto de partida)

A ver muchachos: llámenlo como quieran, pero cuando un grupo de personas entra por la fuerza a un lugar donde hay mercaderías, y se hace con las mismas sin pagarlas, se llame saqueo, se llame robo organizado o se llame LCDs Para Todos, es un delito. ¿Hasta ahí estamos de acuerdo? Muy bien, sigo adelante. Si no, ni sigas leyendo, entraste al blog equivocado.
Coincidimos entonces que lo que se está produciendo en estos momentos en varios lugares de la Argentina (lo podés ver en cualquier medio, incluso en los oficialistas) es una serie de delitos, cometidos por una cantidad no especificada aún de delincuentes.

La segunda etapa del plan "LCDs Para Todos" venía algo demorada, y hubo que improvisar un poco.
Ahora bien, podemos plantearnos quiénes son esos delincuentes. Ir tras ellos y ponerlos entre rejas, como corresponde. Es una buena opción, sin dudas. Sólo les pediría que mientras les ponen las esposas, recuerden que esos delincuentes, además de ser delincuentes, son también excluídos del sistema. Del mismo sistema que dice gobernar para ellos, mientras despliega un sinfín de presentaciones en PowerPoint para demostrar la bonanza económica que supuestamente derrama sobre ellos como maná de los cielos sobre el pueblo elegido.
También podemos preguntarnos quién incitó a esos delincuentes. Aquí las opiniones se dividirán: unos dirán que fueron espontáneos, otros que los dirige el Gobierno para provocar un "autogolpe", otros que desde las sombras los organiza Duhalde, o Moyano, o Magnetto. En cualquier caso, todo queda a la corta o a la larga en un simple endosamiento de culpas al de la vereda de enfrente. No me parece tan buena opción.


Me estoy inclinando por una tercera opción, tal vez la más difícil. Se trata de analizar un poco qué nos trajo hasta este punto. Enfocar esta situación simplemente como una serie de síntomas, que parecerían extraídos del más complejo de los capítulos del Dr. House, y a partir de ellos tratar de descubrir la enfermedad subyacente (siempre quise usar esa palabra y no sabía dónde).

Y lo primero que se me viene a la mente es "bronca". Bronca de diversos tipos y por varios motivos, como en el tema de Miguel Cantilo. Bronca que se genera en quienes viven en condiciones lamentables, y que ven por televisión cómo viven los que más tienen. Bronca porque les están jurando desde hace años que este modelo es para ellos, para los excluídos, para los que nunca tuvieron la oportunidad de subir un escalón en la pirámide social, pero a pesar de tanto juramento, siguen hundidos en el mismo estrato donde estaban hace 10 años, y sin vislumbrar en el futuro próximo un ascenso real y concreto en sus condiciones de vida. Bronca porque, además, se agota la vaca lechera y la asistencia comienza a escasear, y si a esto le agregamos que se ven obligados a depender de la asistencia porque ni en sueños les van a dar una chance de ganarse el pan con el sudor de su frente, y mucho menos un LCD... el caldo se pone ya demasiado espeso.

Lo otro que se me viene a la mente es ineptitud. Por supuesto, de los que nos gobiernan, y también de los que deben controlarlos desde la otra orilla.
Ineptitud para delinear un país donde haya una industria sólida, sustentable en el tiempo y que genere puestos de trabajo con todas las condiciones establecidas en el artículo 14 bis de ese libelo alguna vez conocido como "Constitución Nacional".

Ineptitud para garantizar la seguridad de los ciudadanos manteniendo un plantel policial preparado para éstos u otros casos, equipados como corresponde y capacitados para poder diferenciar entre represión indiscriminada y prevención del delito.
Ineptitud para prever que esto iba a suceder, sea a través de los servicios de inteligencia del Estado o bien a través de los punteros polìticios que recorren todos los barrios carenciados del país.
Y también ineptitud de los políticos opositores, no armando un frente electoral donde se mezclen peras y batatas, sino mínimamente exponiendo ante la sociedad una plataforma de gobierno donde pudiéramos saber cuáles eran las acciones que iban a implementar en caso de ganar las elecciones.

Y hay una tercera causa en la que estoy pensando, y se llama imbecilidad. Sólo un imbécil puede creer que se puede lograr la paz social a través del conflicto permanente. Sólo un imbécil puede creer que si mantenés millones de personas hacinadas en sitios insalubres, no van a estallar ante la primer chispa que les acerque algún avispado. Sólo un imbécil puede creer que se puede lograr la colaboración de todos los argentinos llamándolos "fachos", "gorilas", "oligarcas", "golpistas" y/u otros califictivos con la misma carga de desprecio al que piensa diferente. Y sólo un imbécil puede creer que se puede gobernar el pasís que nos dejaron después de tantas tiranías, dictaduras y democracias ineficientes (por ser piadoso), sin la colaboración de todos los argentinos.


Así fue que le dimos la razón al inolvidable Tato Bores, que dijo muchas cosas en su programa de los domingos a la noche, pero hay una que nunca pude olvidar: "Una revolución es dar una vuelta completa, y volver al punto de partida".
Amigos míos, hemos regresado a Diciembre de 2001. Ese mes infausto en el que el peso no valía nada, y la vida valía todavía menos.
Más de una vez, ante el latiguillo en forma de pregunta "¿vos te acordás cómo estábamos en el 2001?", yo solía responder contrapreguntando "¿y vos hacia dónde te creés que vamos?". El tiempo parece estar dándome la razón, incluso antes de lo que imaginaba. Y no me pone para nada orgulloso, no señor. Me pone muy triste.

Todos tenemos varios conocidos que simpatizan con este Gobierno. Y parte de esa tristeza de la que hablo, es por verlos ahora hablar de "críticas resentidas que no sirven para remediar el mal, sino sólo para desahogarse", citando a filósofos ignotos y completamente fuera de contexto. O verlos hablando ahora de terrorismo, y pidiendo "que los metan a todos presos".
Saben qué, muchachos. Cuando yo hablé de prevención del delito, cuando hablé de libertad de circulación, cuando me quejé de que mataban gente para sacarle 50 pesos o desvalijarle la casa, cuando denuncié la precariedad del estado logístico y moral de nuestras fuerzas de seguridad, me trataron de fascista y de represor.
Ahora arréglense solos. Tienen la Ley Antiterrorista, la votaron ustedes contra la opinión de casi todo el espectro político y no le preguntaron a nadie si la quería o no. Úsenla, ahora que están asustados de que el monstruo que crearon y mantuvieron en estado latente durante todos estos años, haya empezado a caminar.
Parece que el "modelo de inclusión de matriz diversificada" se olvidó de incluir a unos cuantos.
Y para terminar, yo también voy a citar a un pensador, tal vez más ignoto que los que mencionan otros.
"Si trataste con desprecio al que caminaba al lado tuyo, no esperes que te dé una mano cuando te tropieces y te hagas percha contra el piso".
Johann Tenorio, argentino, contemporáneo.

Que a pesar de todo, crean en quien crean, pasen una muy Feliz Navidad.
Johann Tenorio

PD: algunas de las ideas desarrolladas en este post fueron inspiradas en frases leídas en Twitter. Si alguien lee esto y se siente plagiado, por favor no sienta empacho en denunciarlo aquí mismo. Eso sí, plata no hay.

lunes, 26 de noviembre de 2012

El "antikakismo"

El término es obviamente un invento mío, que pretende describir una postura bastante repetida en los últimos años.
La vemos muy habitualmente en encabezados de mails, en actualizaciones de Facebook, en comentarios de Twitter, en videos de You Tube. Casi no hay ámbito en el ciberespacio donde no tengamos múltiples ejemplos de estas conductas.


Trataré de describirlo en palabras: se trata de una manera de expresar el desacuerdo con las políticas del oficialismo, con los funcionarios del Gobierno en general y con la Presidente de la Nación en particular, de manera despectiva y agraviante. Se utiliza para ello una diversidad de insultos de mayor o menor calibre, reemplazando en la mayoría de los casos la aparición de la letra “C” cuando precede a vocal (o en algunos casos la “Q”) por la letra “K”, la letra maldita que en los últimos años se transformó, como la svástica para el nazismo, en el símbolo del kirchnerismo.
Para abreviar, a modo de ejemplo, les tiro uno que me llegó en el encabezado de un mail de hace unos días: “MALPARIDA KK”.
O por ejemplo, esta otra sutileza muchas veces vista, “YEGUA KONCHUDA”. O también puede ser algún comentario referido a los “KORRUPTOS” del Gobierno. O puede usarse como sustantivo colectivo cuando se dirige a la “LAKRA OFICIALISTA”. En fin, para muestra, con todos estos botones basta y sobra.

Este lenguaje que nos recuerda a la dialéctica punk de hace un par de décadas atrás, podría ser muy divertido, si no fuese por un par de factores.

Veamos. No hace mucho tuvimos la oportunidad de escuchar a la Presidente, en una de sus habituales filípicas en cadena nacional, referirse a los medios opositores como integrando una “cadena del odio y el desánimo”, en contraposición a los nobles motivos que animan al Gobierno y sus seguidores, que según ella conforman algo así como una “cadena del amor”. Más allá de que no veo mucho amor en la mayoría de las declaraciones de Luis D’Elía o Hebe de Bonafini, sólo por citar un par de sus referentes, está claro que el relato que pretenden instaurar se basa en ese tipo de ridiculeces. Y aunque nos parezca ridículo, en muchas mentes argentinas surte el efecto deseado: ellos son los “buenos” y los “amorosos”, mientras que el resto somos los “malvados” que estamos “llenos de odio y rencor”.
Ustedes ríanse, pero el tema es que esta pavada les está funcionando de maravillas.
Y como los más avispados ya se habrán imaginado, cuando hablamos de la YEGUA KONCHUDA, no hacemos más que darles argumentos que sostienen ese discurso. Se la estamos dejando servida en bandeja, claro que sí. Si no te diste cuenta aún cómo funciona, después no te extrañes cuando ves un escrutinio que dice que ganaron con el 54%.
¿Esto queremos para reemplazar a los Kirchner?
Ya que hablamos del 54%, estaría bueno que antes de hacer algún comentario acerca de la LAKRA OFICIALISTA nos pegáramos un baño de realidad y dediquemos unos segundos a ese numerito: 54%. Nunca nos olvidemos que ante cualquier crítica, nos van a refregar ese 54% por las narices, y bien merecido que lo vamos a tener. Ese 54% les otorga un barniz de legitimidad a todos sus planteos, nos guste o no, y esto es por la sencilla razón que, al menos hasta que vuelva a haber una elección presidencial, los que imponen las reglas del juego son ellos.
¿Por qué? Porque cuando nos dieron la oportunidad de votar otra cosa, no lo hicimos. Nos quedamos en casa, o metimos un dibujo de Homero Simpson en el sobre, o directamente preferimos votar al oficialismo por la comodidad de que la cosa en el fondo no anda tan mal. Igualito que en 1995. ¿Se acuerdan?
Si nos duele ese 54%, la cosa es simple. Hay que convencernos, y convencer a todos, de que el año que viene hay que votar otra cosa.

Bueno, claro, pero para eso, primero tiene que aparecer esa “otra cosa”. E imaginemos esta escena. Tenemos ante nosotros a un kirchnerista medio arrepentido, que está dudando entre seguir votando al oficialismo o empezar a buscar alternativas. Buenísimo, decimos. Uno más para la causa, pensamos. Y lo primero que hacemos es reenviarle una cadena de mails que tiene el encabezado “MALPARIDA KK”.
No sé ustedes, pero si yo fuera ese kirchnerista dubitativo, de un solo golpe se me acaban todas las dudas. Me vuelvo corriendo a pedirle al puntero más cercano la boleta del FpV para el año que viene.

Ya lo sabemos, pero ¿suma?
Por último, y para ser sinceros, lo que me parece más importante, es que en lo personal ya estoy harto de esa actitud idiota de que “el que piensa distinto es mi enemigo”. Una de las cosas que más me jode de este Gobierno es, como han dicho varios, la grieta social que pretenden abrir entre adherentes a la causa y opositores a ella. Todo aquel que tiene una opinión diferente, debería ser escarnecido y humillado en público, y si es posible a través de todos los medios de difusión.

Posiblemente, ésta sea una de las peores presidencias desde 1810 hasta la fecha. Discrepo con la mayoría de sus decisiones políticas, e incluso desconfío de las acciones con las que teóricamente estoy de acuerdo. Quería tener a las autoridades del Proceso en la cárcel, quería que las jubilaciones sean manejadas por el Estado, quería que también el agua, YPF y Aerolíneas fueran estatales, y lo único que conseguimos es que los derechos humanos fueran una bandera vacía de contenido real, que la ANSSES esté vacía y los jubilados vean sus haberes devorados por la inflación, que no haya agua corriente a 10 km. de la General Paz (ni hablar del interior del país), que la nafta nacional se parezca cada vez más al kerosene, y que se estén invirtiendo más de 10 millones de pesos diarios del dinero de los argentinos en pagarles los sueldos a los dirigentes más ineptos que alguna vez hayan manejado una aerolínea de bandera.
Pero si hay algo que no quiero, es que si el FpV llegase a perder en las presidenciales del 2015, al día siguiente salgamos a poner posters de funcionarios de este gobierno (o periodistas afines) en las calles, y llevemos a nuestros niños a decirles "Escupile al Kirchnerista". Quiero que se los investigue, se los lleve a juicio y, si resultan culpables, que vayan a prisión, que se incauten sus bienes mal habidos y que se los inhabilite de por vida para volver a ejercer un cargo público.

Si criticamos sus métodos, no usemos los mismos. Probemos con otros, a ver si nos va mejor de una buena vez.
Johann Tenorio

viernes, 9 de noviembre de 2012

#8N Yo Fui

Ayer fue la segunda vez en que participé de una movilización pública. Sí, aunque no sea coherente con tanta verborragia política vertida aquí y en otros ámbitos, lo mío nunca fue la participación en ese tipo de eventos.
La primera fue en el 2001. Terminó mal, con gases y corridas, como era todo en aquellos tiempos. Me encontré de repente en Plaza de Mayo, a las dos de la mañana, solo, en ojotas y sin una moneda para volver a mi casa. Al menos puedo alegar que mi escasa experiencia en marchas tuvo un leve tinte heroico. (?)

En fin, con ese ínfimo antecedente, esta vez me preparé un poco mejor y al menos me llevé la billetera con una SubtePass adentro.
Y una cámara de fotos. Detalle no menor, ya que al menos esta vez no iba a tener que andar googleando imágenes ajenas para ilustrar la entrada.


Pobrecita la Justicia, solita y esperando
Si bien arranqué desde la oficina y tuve que pasar casi obligadamente por el Obelisco, mi primer destino no fue la Plaza de la República sino Plaza Libertad, donde tuve el enorme placer de conocer a Mr. Bugman y Relato del Presente, dos bloggers de esos que uno se enorgullece en seguir y entrar diariamente a ver si hay algo nuevo en sus páginas.
Si bien no hubo oportunidad de conversar largo y tendido, ya que al poco rato los perdí de vista entre la multitud, puedo arriesgarme decir que de nuestros breves intercambios quedó algo así como un vínculo intelectual que, desde mi lado al menos, parece tener bastante futuro. Siempre digo que no soy soldado de nadie, pero con esos tipos soy capaz de ir a la guerra.

Marchando frente al Colón
Cuando pasó por allí una columna bastante grande de gente que venía del lado de Avenida Santa Fe, arrancamos ahí sí por 9 de Julio hacia el lugar de la convocatoria, el Obelisco. Por supuesto, estábamos cerca, así que llegamos en unos minutos.

Más allá del mote de "caceroludos" acuñado por el oficialismo (ingenioso, hay que reconocer), lo cierto es que había muy pocas cacerolas. Se vieron varios bombos y redoblantes como elementos percusivos, y predominaban distintos tipos de cornetas que a decir verdad, molestaban bastante. Pero por supuesto, no se trataba de una Marcha del Silencio (por más que motivos no habrían faltado), la onda era meter ruido aunque más no sea haciendo palmas, así que lo mejor era disfrutar del barullo de la gente.

Hablemos brevemente de la gente. Como era previsible, viniendo junto con la columna del lado de Santa Fe, los que marchaban a mi lado eran predominantemente de clase media alta como mínimo. Pero al llegar a Plaza de la República, el público ya era mucho más heterogéneo. Y la columna que llegaba por Corrientes era decididamente de clase media.
Espero que les alcance con este pequeño resumen, porque a decir verdad, el clasismo me repugna y me resulta totalmente irrelevante si el que marchaba al lado mío tenía más o menos plata que yo. Todos, sin excepción, eran gente. Punto y aparte.

Además, cualquier enfoque clasista queda absolutamente descolocado cuando la gente que supuestamente más tiene, la que según algunos era la que estaba ahí manifestándose, llevaba en muchos casos carteles pidiendo que se termine de una buena vez el saqueo de recursos destinados a los sectores más desprotegidos.

Consigna golpista si las hay (?)
Bien, como decía, llegué enseguida a la Plaza. Y aquí sí quiero explayarme sobre un punto, que fue lo que más me llamó la atención de todo el evento.
Si bien ya se sabía de antemano que las consignas iban a ser "no a esto", "basta de lo otro" y todo en esa tesitura, lo llamativo era que el ambiente en general no era de bronca o de beligerancia. De hecho, la sensación que se respiraba era de fiesta, por insólito que suene.
No sé bien a qué atribuir esa sensación, que por supuesto es subjetiva pero no creo estar muy lejos de la realidad que se vivía en esos momentos. Lo cierto es que la gente marchaba, más allá del hastío implícito en las pancartas que llevaban, con una sonrisa en el rostro.
Quizás sea porque muchos marchaban junto a sus familiares, amigos, compañeros de trabajo o de la vida. Tal vez sea porque se sabía que éramos muchos, muchísimos. A lo mejor era porque estaba claro que se compartía, más allá de la demanda puntual de cada uno, una idea de país más o menos similar.
O, posiblemente, lo que pasó fue que empezó a levantar vuelo una pequeña esperanza de que algunas cosas cambien. De que volvamos a ser, si es que alguna vez lo fuimos, todos del mismo palo pintado de celeste y blanco, y nada más.

La marcha de los globos
No me quedé mucho rato, el día había sido largo e intenso. A eso de las 20:30 emprendí el regreso al hogar.
Cuando llegué, miré un rato la caja boba. Pero muy poco, y con la única intención de observar algunas imágenes de otros lugares donde también había habido concentraciones, y de ir escuchando algunos números respecto a las convocatorias. No me sorprendió la información de que sumando la cantidad de gente movilizada a nivel país, se estaba superando el millón de personas.
Lo que no quise fue oír opiniones, ni de un lado ni del otro del mostrador. No me interesaba escuchar las sarasas habituales de Pato Bullrich, Vicky Donda o Luis D'Elía.

Gente. Sólo gente. Y mucha.
Lo importante de ese día, para mí, fue esa sensación que mencioné arriba, de fiesta, de alegría, de esperanza, de respeto, de paz y de unidad. Y por añadidura, de haber participado fugazmente de un hecho que probablemente haya sido histórico.
Ojalá.
Johann Tenorio

viernes, 14 de septiembre de 2012

La minoría ruidosa

Anoche hubo una manifestación. O al menos, eso se vio en algunos canales. En otros, prefirieron pasar documentales sobre aves o hablar sobre el viaje de Susana Giménez a Miami para ver la pelea de Maravilla Martínez.

Al principio, mientras se iba armando, parecía que iba a ser otro cacerolazo más. Uno de esos al que los comentadores oficialistas, a sueldo o no (es de necio pensar que no hay gente que cree sinceramente en las consignas lanzadas desde el Gobierno), gustan de llamar con variaciones del arquetípico “piquetes de la abundancia”, mofándose porque son pocos, salen todos de Barrio Norte o Belgrano, y hacen sonar sus Essen relucientes al son de consignas contra el cepo al dólar.
Parecía, nomás. Porque de a poquito, se empezó a ver que la cosa pintaba un poco distinta a otras veces.

La convocatoria, más allá de que algunas mentes brillantes del kirchnerismo prefieren opinar que fue lanzada desde algún oscuro templo francmasón poblado de símbolos nazis, tapas de Clarín y retratos de Mauricio Macri, surgió en las redes sociales. Primero en Twitter, luego saltó al Facebook, más tarde se transformó en cadenas de mails, y desde hace un par de días, pasó a transmitirse de boca en boca. En los principales medios de comunicación, le dieron bastante poca importancia al tema. Los partidos políticos hicieron caso omiso. Los sindicatos, creo que directamente ni se enteraron.
Y quien esto escribe, mea culpa, pensó para sí que era todo muy lindo, pero que iban a ir los mismos cuatro gatos locos de siempre.

La cita era a las 19 hs. en diversos puntos de Capital, el Conurbano bonaerense, y algunas capitales y ciudades importantes de la provincia de Buenos Aires y del resto del interior del país. Y sorprendentemente, fue bastante puntual.

De repente se empezaron a ver imágenes. En mi cuenta de Twitter pude ver algunas fotos. Cuando abrí los correspondientes enlaces, lo que se mostraba en ellas era sorprendente, al menos para mí.
Marchando hacia Plaza de Mayo.
Sí, el punto de concentración más nutrido era en Santa Fe y Callao, entre las elegantes torres y los selectos comercios del lugar. Pero no eran los mismos cuatro gatos locos de siempre, no. Eran miles. Y luego comenzaron a aparecer fotos tomadas en otros puntos. Cabildo y Juramento, pleno Belgrano, por supuesto. Acoyte y Rivadavia, Caballito. Ya la gente que se veía no era de clase alta y apellidos patricios, sino que empezaban a aparecer algunos grupos de clase media, tirando a alta, pero media.
Y de repente, imágenes de Villa Lugano. De Liniers. De Mataderos. De Ciudadela. Los apellidos patricios no aparecían más, reemplazados por otros más mundanos.
Y de repente, apareció la televisión, que no pudo seguir ignorando semejante concentración de personas y que hacían tanto ruido. Y empezó a traer más imágenes, ahora con movimiento. La gente caminaba, no se quedaba quieta. Marchaba. Tenía un punto fijado de antemano: la Plaza de Mayo, ese lugar donde hace 200 años el pueblo quería saber de qué se trataba, y hace 4 años fue invadida por las democráticas columnas de Luis D’Elía, que venían garrote en mano a imponer su consigna de “la Plaza es nuestra”. Esta vez, el valiente líder de la Federación de Tierra y Vivienda, prefirió quedarse a resistir a las huestes golpistas que marchaban hacia Plaza de Mayo, desde la comodidad de su cuenta de Twitter.
En Bariloche también recuerdan a las víctimas de Once.
Y de repente, empezaron a aparecer a través de la tele, más imágenes. Desde Rosario, donde el Monumento a la Bandera era una multitud nada amigable hacia las ideas re-reeleccionistas del oficialismo. Desde el Centro Cívico de Bariloche. Desde la Plaza 9 de Julio en Salta Capital. Desde Tandil, Chascomús, Mar del Plata, Bariloche, Córdoba. Desde la ciudad de San Juan, donde también se encontraba la Presidente De Todos Los Argentinos inaugurando una planta textil de la proletaria marca Lacoste de indumentaria.

Y las imágenes que seguían apareciendo a través de los medios y de las redes sociales, no dejaban lugar a demasiado margen para la interpretación, más allá de los intentos desesperados de Artemio López en C5N por ningunear la manifestación sin caer en el ridículo, cosa que por supuesto estuvo muy lejos de lograr.
Esta vez, la manifestación no eran los mismos cuatro gatos locos de siempre. Esta vez, la manifestación era masiva. Eran columnas de varias cuadras de gente marchando hacia la antigua Plaza Mayor de Santa María de los Buenos Aires. Eran cuadras de gente manifestándose frente a la Quinta Presidencial de Olivos. Eran balcones con gente golpeando cacerolas en toda la ciudad, en todas las ciudades, en todo el país. En algunos barrios más, en otros barrios menos, pero en todos los barrios se escuchó. Hasta en el mío, barrio tradicionalmente poco afecto al batifondo de las baterías de cocina.

Se cantó, se marchó, se hizo catarsis. Hubo de todo. Desde Natacha Jaitt bailando en ropa interior en el medio de la Plaza de Mayo, hasta la improbable presencia de Cecilia Pando entre los manifestantes. Se dice que había una recompensa consistente en varias hectáreas en la zona del Calafate para quien presentara fotografías o videos de la Pando en Plaza de Mayo, pero nadie logró alzarse con el premio.
También hubo algunas pancartas con svásticas. No se sabe de dónde salieron, quiénes las portaban, quién las convocó o qué fines perseguían. Pero allí estaban y nadie hizo nada por echarlas. Tampoco era demasiado relevante: la entidad que puede otorgársele a esas tres pancartas en una manifestación a la cual las estimaciones más pesimistas calculan en seis dígitos, es más o menos similar a la que tendría una velita de cumpleaños en medio de la explosión de la refinería de Amuay.

Fue una noche para recordar, de una vereda y de la otra del espectro político. Aunque quizás algunos prefieran olvidarla, difícilmente lo logren. El 13-S llegó para quedarse en la memoria colectiva del país por un buen tiempo. Quizás no llegue a entrar en los libros de historia, pero por lo menos hasta las elecciones del 2013, va a ser una referencia obligatoria para cualquier análisis político.
Mucha, mucha gente. Y ninguna cacerola a la vista.
Y dejó algunas conclusiones, obviamente. A mi entender, las principales son:

  • más allá de quién haya iniciado la convocatoria, o de qué fines perseguía, el medio de difusión más importante que tuvo fueron las redes sociales, por escándalo. Habrá que recalcular un poco el poder que pueden tener para estos casos.
  • si bien es posible que haya habido alguna "mano negra" al principio de la cadena, lo cierto es que la bola de nieve creció entre gente común, sin intereses partidarios. En la manifestación no se vio ninguna pancarta, bandera o cartel de ningún partido político.
  • hubo bastante burla desde Twitter de los usuarios kirchneristas, que obviamente la estaban mirando por TV. El mismo Aníbal Ibarra tuiteó que "la mayoría silenciosa se transformó en la minoría ruidosa". Pero esta vez no se los notaba tan confiados como otras veces. Más allá de que la Presi, desde San Juan, decía que "a ella no la iban a poner nerviosa", quedó claro que esta vez hubo varios que tuvieron que clavarse un ansiolítico para poder pegar un ojo.
  • quedó claro que lo que desde el bando oficialista llaman despectivamente "la Opo", hoy por hoy, no es ni Macri, ni Alfonsín, ni Binner, ni De Narváez, ni Moyano, ni Duhalde, ni Clarín, ni la Mesa de Enlace, ni la Iglesia Católica ni nadie. Anoche se comprobó que "la Opo" es ni más ni menos que la gente.
Y yo me la perdí porque pensaba que iban a ir los mismos cuatro gatos locos de siempre. Qué pelotudo.
Johann Tenorio

viernes, 23 de marzo de 2012

Otra crónica en la pared, parte II

En la primera parte de esta crónica, me tomé mi tiempo para describir la puesta en escena de dos de los temas del espectáculo de Roger Waters "The Wall", en River Plate. Como la crónica ya se avizora lo suficientemente larga para tener que dividirla en tres partes, no voy a explayarme sobre todas y cada una de las canciones con lujo de detalles, pero sí quiero detenerme lo más brevemente posible en algunas más.

Veamos. "One of my turns", el tema durante el cual en la película podemos ver a "Pink" destrozando su habitación de hotel mientras la groupie trata de que no le revienten la cabeza de un guitarrazo. Tema explosivo si los hay. En el show, Waters canta la primera parte solo, frente a la pared, todo muy tranquilo... y así continúa luego del momento culminante de la canción. Nada. Apenas un poco más de luces. A ver Rogelio, no digo que tengan que salir los músicos a destrozar sus instrumentos en vivo, pero ya que tenés la pared, semejante sistema de sonido, un sistema de proyección que envidiaría George Lucas... ¡¡¡hagan algo con todo eso, por el amor de Syd Barrett!!! ¡Pasen una proyección de televisores volando por el aire, al menos! ¡Algo! ¿No se te cayó una mísera idea?

Otro tema, "Don't Leave Me Now", la canción en la que "Pink" es perseguido por el recuerdo de su esposa en forma de una especie de monstruo que va mutando de formas. La animación de Gerald Scarfe metía miedo, realmente. La reemplazaron con una marioneta similar a la del profesor, bastante monstruosa, sí, pero también perfectamente inmóvil mientras colgaba de sus cables. Daba risa, la verdad.


Sigo con "Goodbye Blue Sky". Posiblemente la mejor animación de toda la película. En esta oportunidad, optaron por reemplazarla por otra animación, bastante más simplona, de avioncitos que en lugar de lanzar bombas, lanzaban símbolos: el símbolo del dólar y otras monedas, la estrella de David, el signo de la paz, algún logo corporativo, la hoz y el martillo, la cruz cristiana, la media luna musulmana... llamativamente, no alcancé a observar, entre los símbolos desplegados, ninguna esvástica. Repito, llamativo.

Un tema más, "Mother". Waters, antes de comenzar el tema, dedica el concierto a "las Madres de Plaza de Mayo y Ernesto Sábato, por su lucha por los derechos humanos". Luego anuncia que van a pasar imágenes del propio Waters cantando el tema en el Earl's Court, en 1980. Hasta ahí, todo muy lindo. En los estribillos, aparece un muñeco con la forma de la madre de "Pink". Waters luego canta "mother, should I trust the government?", y en la pared aparece la leyenda "ni en pedo". Curioso de parte de un cantante que venía de reunirse con la Presidente de la Nación y el Jefe de Gobierno de la Ciudad.

Para ser justos, no todo fueron pálidas. Como ya dije, el show está basado en el disco más que en la película, así que tuvimos la oportunidad de disfrutar de dos canciones que no forman parte de la película: un temazo como "Hey, You" y otro quizás menos inspirado como "The Show Must Go On", pero que incluyó una buena performance vocal del grupo de apoyo. Y a mi entender, una muy buena decisión fue la de reemplazar "Empty Spaces", del disco, por su contraparte de la película "What Shall We Do Now", incluyendo la fantástica animación de Scarfe de la danza sexual de las flores y el muro que avanza como un tren que destruye todo a su paso.

También pudimos escuchar, seguramente por primera vez para la gran mayoría, el interludio instrumental "The Last Few Bricks", jamás editado hasta donde yo sé. Este interludio, compuesto por frases musicales extraídas de varios temas, era interpretado en los shows de Pink Floyd entre "Another Brick in the Wall, part III" y "Goodbye Cruel World", y la finalidad de este interludio era dar tiempo al personal para que terminaran de colocar los "últimos ladrillos" del muro que terminaba separando a la banda del público. Se dice que en algunos shows llegó a durar casi 15 minutos de improvisación. Cómo lamento no haber estado ahí.

Bueno, sigamos. Pasaron los temas, siguió transcurriendo el show, tuve el enorme placer de hacer palmas en "Run Like Hell" (32 años esperando este momento), ya hacía un rato que andaba el cerdo inflable volando por ahí (esta vez bien sujeto por sus cables, no vaya a ser cosa que se les escape como durante la promoción de "Animals"), y se acercaba el final. Cuyo punto culminante iba a ser, por supuesto, "The Trial".


Antes de dedicarme al tema de cierre, quisiera detenerme un momentito en comentar acerca de "la pared". Ya todos habrán leído por algún lado que ese conglomerado de bloques se utilizaba como pantalla, donde casi permanentemente se proyectaban imágenes. Lo que era realmente increíble era la definición de esas imágenes. Creo que ni siquiera en la mejor sala de cine se puede apreciar semejante calidad de proyección. En ese sentido, el show de Waters supera toda expectativa: los visuales fueron algo nunca visto, y si bien no siempre las imágenes fueron lo que uno esperaba, en balance bien puede decirse que todo el paquete audiovisual de "The Wall" es algo difícil de igualar.

Pues bien, en esa tremenda pantalla se proyectó, casi sin modificaciones, el segmento de la película que acompañaba visualmente a "The Trial", el tema con el cual concluye la historia de "Pink" antes de la conclusión final.
Sí, muy lindo, Waters y su banda interpretando el tema, todos de "este lado" de la pared, todo sonó perfecto. Terminó el tema, el escenario quedó vacío, las luces iluminaron la pared, y de repente ésta se derrumbó al impulso de un sistema de cables. Y listo, terminó el show.
¿Por qué así, Rogelio? ¿Por qué?
No te pedimos 200 kilos de explosivos plásticos o una ojiva nuclear, pero vamos, hombre, es el final del show, ¿no había una manera un poquito más impactante de cerrarlo? A ver, qué sé yo, un poco más de humo, unos fuegos artificiales, algo que dé la impresión de que el show se terminaba ahí.
No sé qué decir. Fue un espectáculo notable, acorde a la magnitud de la obra, pero el final, para mi gustó, no llegó siquiera a parecerse a un final de espectáculo.
Después salió toda la banda y tocaron "Outside the Wall" casi unplugged, saludaron, buenas noches, muchas gracias, y a buscar bondi para volver a casa.

Cierro aquí esta segunda parte de la crónica, en la tercera les dejaré mis conclusiones y el balance.
Los veo allí.
Johann Tenorio

jueves, 22 de marzo de 2012

Otra crónica en la pared, parte I

Ahora que ya pasó la serie de conciertos de Roger Waters en Buenos Aires, voy a volver a despuntar un viejo vicio: la crónica de conciertos. En esta oportunidad mi "víctima" no será un coro, sino el propio Rogelio Aguas, como muchos han bautizado al ex- líder de Pink Floyd habida cuenta de su larga estadía en estas pampas.
Para ser más preciso, seguramente en esta oportunidad no me conformaré con la simple crónica de lo que ví y escuché en el concierto, sino que también abarcaré algunos comentarios que fui recogiendo por aquí y allá, a favor y en contra, y mi postura acerca de estos comentarios.
Tratándose de un espectáculo de semejante magnitud, y considerando que "The Wall" fue un disco (y una película) de enorme impacto en mi adolescencia y en mis inclinaciones musicales de allí en adelante, no es poco lo que tengo para decir acerca del show. La crónica, en efecto, pinta para muy larga, y es por eso que la voy a publicar en tres partes. Sin más preámbulos, comencemos con la crónica, una más en la pared, parte I.

Me tocó asistir al concierto del lunes 12, bajo una molesta lluvia. Luego de esperar dos horas interminables, comenzó a anunciarse por los parlantes el anuncio del show y el pedido, obviamente ignorado en forma olímpica, de no tomar fotos con flash. Me maldije por no haber llevado mi cámara, al ver que todo el mundo andaba con unos aparatos capaces de fotografiar una cucaracha en la Luna.

Y empezó el show nomás. Y de qué manera.
Varios espectadores me habían comentado en la previa "es lo mismo que la película, pero en vivo". Craso error, ya que la película comienza con un fragmento del tema "When the Tigers broke free", dedicado a la muerte del padre de Waters en la batalla de Anzio, un factor crucial en el génesis de la idea misma de The Wall, pero que sólo se puede escuchar en la película.
El show, para abreviar, tiene más que ver con el disco que con la película. Y como tal, se inició con el tremendo "In the Flesh?". Se apagaron las luces, sonaba tenuemente una especie de canción de cuna, y de repente, todo estalló por el aire junto con esos dos furibundos Mi menores.
"¿Así que pensaste que te iba a gustar venir al show?" comenzó cantando Waters, en una pregunta que ya en ese momento sonaba ridícula, porque toda la intro del tema fue acompañada del estallido de incontables fuegos artificiales.
Y ya en ese momento quedó claro algo: el gran protagonista de la noche iba a ser sin duda alguna el impresionante sistema de sonido multidireccional (porque la definición "cuadrafónico" no alcanza para describirlo) instalado en el estadio de River Plate. He ido a ver varios conciertos a River, y el obvio inconveniente que posee, como todo estadio grande y descubierto, es que suele escucharse todo muy mal, especialmente si hay viento. Pero para esta serie de shows, se instalaron varias columnas de sonido de altísima fidelidad en las tribunas superiores, que hicieron que todo el recital se escuchara con la misma calidad que si uno lo estuviera escuchando en un muy buen autoestéreo, puesto a un volumen más que razonable, y con un sonido totalmente envolvente.
Para darse una idea, describo el final de "In the Flesh?": el tema, tanto en el disco como en la película, termina con una grabación de un avión de la Segunda Guerra que termina estrellándose. En el show, la idea se lleva al extremo, y lo que se escuchó fue el sonido de varios aviones que parecían sobrevolar el estadio a un volumen atronador. No fuimos precisamente pocos los que levantamos la mirada pensando que los aviones estaban sobrevolando el estadio de verdad.
Y sí, la frutillita de ese primer postre fue el avioncito que bajó desde el tablero electrónico hasta estrellarse con una violenta llamarada, en el escenario.

El primer tema, evidentemente, pagó el concierto entero. Bah, no sé para los que pagaron el Campo VIP, pero para mí que había pagado platea alta, ya me había cubierto el precio de la entrada con todos los intereses devengados desde el día que la compré (hace más de 6 meses), y más también.
Después de semejante despliegue, el concierto decayó un poco en intensidad. Y, lamentablemente hay que decirlo, en ningún momento volvió a alcanzar semejante nivel de adrenalina.

Epa, ¿qué pasó? ¿Ya empezamos con la mala onda? Y sí, si no no sería Johann Tenorio.
Pero es verdad. Si bien hubo momentos muy fuertes, el pico más alto es al principio del concierto. Me habría gustado conversar un poco con la producción para averiguar el por qué de este detalle, o al menos la impresión que a mí me produjo. Pero bueh, Waters prefirió entrevistarse con la Presidente. Allá él. (?)

Como ya dije antes, el show está más basado en el disco que en la película. Por ende, quedaron afuera ambas partes de "When the Tigers broke free". Y como se respetó el orden del disco, los temas siguientes fueron por supuesto "The Thin Ice", "Another Brick in the Wall (part I)", "The Happiest Days of our Lives" y "Another Brick in the Wall (part II)". En este tema, hizo su aparición la primera de las tres megamarionetas que se pudieron observar en el concierto: el maestro de escuela que gritaba "if you don't eat your meat, you can't have any pudding". Vamos a decirlo de una vez y ya: la marioneta era un adefesio inflable con no mucha más movilidad que un árbol, lo mismo que las otras dos (la esposa y la madre de "Pink"). No sé, supongo que no debe ser fácil idear un sistema de control más versátil que el que utilizaron, pero yo me esperaba otra cosa. Para poner algo así, en mi opinión, habría sido mejor pasar una proyección y listo. Ah, sí, también había unos nenes que hacían una coreo bastante elemental al compás del "hey, teacher, leave us kids alone", muy contentos ellos. En lo que a mí respecta, la puesta en escena del tema más representativo de todo el espectáculo fue un fiasco. Qué va' cer.


Continuará, lo prometo.
Johann Tenorio

domingo, 18 de marzo de 2012

La opinión de millones de moscas

Estoy buscando la manera de no ponerme alarmista con este tema. Por ahora no le encontré la vuelta, pero sigo intentando. Por las dudas, caro lector, le ruego encarecidamente no alarmarse cuando lea esta disertación.

Hoy por la mañana abro Twitter. Veo que alguien linkea una entrevista a Hebe de Bonafini. Una más, pensé. Pero había dos detalles que, como juanetes, sobresalían de la media. (?)
El primero era el destacado, una frase de la propia Hebe, que decía "Si el proyecto fracasa, la culpa es del pueblo, no de Cristina". Hasta ahí, un patinazo normal en el discurso de la líder de Madres de Plaza de Mayo.
El segundo me preocupó un poco más. La nota había sido publicada en la mismísima agencia oficial Télam, y la frase de Hebe había sido tomada como título.
A ver si nos entendemos: la agencia oficial consideró que la frase de Hebe no debía pasar inadvertida en medio de la nota. No es para menos, pero, ¿Télam la destaca por el disparate que es, o porque está de acuerdo?
Habida cuenta de los antecedentes, me inclino por la segunda opción. Y, de ser así, nos encontramos con una declaración de principios por parte de la agencia gubernamental. Nada buenos, por cierto.


No hace falta ser un intelectual para entender que "la culpa es del pueblo" es, como mínimo, una frase desafortunada. Me figuro que cada dictadura, desde el Imperio Romano a la actualidad, debe haber seguido una línea de razonamiento similar a ésa para determinar qué era "lo mejor para el pueblo". Por supuesto, si esto implicaba la censura a un medio o la tortura a un opositor, no iba a ser impedimento para llegar a los fines pretendidos.
Tal vez Nerón suponía que el incendio de Roma era "lo mejor para el pueblo".
Quizás Hitler llegó a la conclusión que un campo de concentración era "lo mejor para el pueblo".
Posiblemente Videla, Massera y demás hayan calculado que la desaparición de 30.000 personas era "lo mejor para el pueblo".
Y así.

Repito, no me quiero poner alarmista. Los ejemplos antedichos son casos extremos. Pero ocurrieron, no los inventé yo, y mucho se ha escrito sobre ellos.

Los caminos a la verdad no siempre son rectos. Llegar del punto A al punto B, a veces, requiere de un par de tramos sinuosos.
Tampoco existe una regla de tres simple para calcular que si Fulano dijo esto, es porque piensa de determinada manera. En ocasiones, ni siquiera con logaritmos, derivadas o sinusoides alcanza para inferir qué es lo que realmente quiso decir Fulano.

Pero no puedo dejar de preocuparme con tantas similitudes. El Pueblo tiene la culpa. Hay que enseñarle al Pueblo qué es lo mejor para el Pueblo, porque el Pueblo no es lo suficientemente avispado para darse cuenta por sí solo. Es más, el Pueblo tampoco debería tener posibilidad de elegir qué desea leer, o escuchar, u observar a través de un medio audiovisual, ya que no posee el raciocinio necesario para determinar lo que es cierto y lo que no lo es. Y ya que estamos, el Pueblo no necesita la libertad de elegir a sus autoridades. Para qué, si ya nos tienen a nosotros, que sabemos perfectamente cuál es el alimento preferido de millones de moscas.

¿Piensan nuestros gobernantes de esta manera? No lo sé, quiero creer que no. Pero a veces las formas son importantes. Cruciales, diría.
Y en esta oportunidad, los organismos de difusión del pensamiento oficial, no sólo se olvidaron de las formas. Decidieron, sin el menor indicio de pudor, seguir una línea editorial que implica ponerse por encima de la gente.
No es el único medio que lo hace, por supuesto. Varios medios opositores bordean peligrosamente esos precipicios más de una vez.
Pero no estamos hablando, en este caso, de un medio. Nos referimos a la agencia que comunica el pensamiento y obra de un gobierno.

Si a eso le sumamos que venimos de una semana complicada, que empezó con el sugestivo levantamiento del aire de un programa televisivo en el cual Marcelo Longobardi entrevistaba al ex ministro Alberto Fernández, se nos hace difícil no pensar que son, ambos, síntomas de una misma tendencia.

Insisto, no quiero ser alarmista. Simplemente, estoy alarmado.

Johann Tenorio

viernes, 2 de marzo de 2012

Los subtes por la cabeza

Ayer arriesgué la vida. En una experiencia que podría haber sido traumática, salí de mi casa hacia la oficina media hora antes que de costumbre.
Ya de por sí, esto dejará seguramente alguna huella en mi psiquis. Pero eso no fue todo.
Lo hice debido al paro de subtes que la Unión Tranviarios Automotor decretó para las 6 líneas de Subterráneos. Y provocó que en lugar de tomar el subte, me tuviera que tomar el 140, línea de colectivos perteneciente al Grupo Plaza. Una experiencia que no se le desea a nadie, a nadie.

Bueno, al final resultó que no fue tan malo, más allá de llegar media hora tarde y bastante machucado, finalmente arribé a la oficina para desempeñar mis tareas con alegría, como habitualmente.

Supongo que con apenas un par de párrafos, el sarcasmómetro ya debe haber llegado al área de "danger". Trataré de continuar el post con un poco más de seriedad.

El tema fue el paro, entonces. Pero ubiquemos el paro en un determinado contexto. Subtes, Gobierno de la Ciudad, Gobierno Nacional, Macri, Cristina, Garré, UTA, Segovia, estaban todos los ingredientes para una situación que iba a explotar en cualquier momento. Ah perdón, me olvidaba de uno. Un millón y medio de ciudadanos que ingresan al Centro diariamente en subte. El jamón del sandwich, claro que sí.

Hace un par de meses, luego del triunfo en las elecciones nacionales, la Presidente asume sucediéndose a sí misma en el cargo. Luego de los festejos, anuncia el inicio de la "sintonía fina", metáfora tan sutil como un Panzer para referirse a la eliminación de varios subsidios a servicios públicos. Además, aprovechaba la volada y le solicitaba al ingeniero Macri "un esfuercito" y que se hiciera cargo de los subtes de inmediato, sin traspaso de subsidios.
Macri tiene cara de nabo, habla como un nabo, administra la ciudad como un nabo y juega al fútbol como un nabo. Pero de nabo, el tipo no tiene un pelo. Y obviamente, sospechó algo raro en eso del "esfuercito".
Claro, el "esfuercito" implica hacerse cargo de un servicio que transporta más de 30 millones de personas por mes, en el cual abundan los punguistas y, peor aún, los sindicalistas.
Policía, para ser honesto, nunca se ha visto demasiada. Los pocos agentes que aparecen, duermen atentamente con los ojos abiertos, como les deben enseñar en la Escuela Juan Vucetich.

Pero bueno, la cuestión es que Macri le dijo que sí al "esfuercito". No sonó demasiado convincente, parecía que lo hacía a regañadientes, pero dijo que sí. Pidió 3 meses de subsidios, se los dieron, y haciendo uso de sus nuevas atribuciones, mandó de un plumazo un aumento del 127% en el precio del boleto. Claro, el kirchnerismo en pleno se paró de manos y propuso un nuevo deporte: el "salto al molinete". Por suerte no se les ocurrió televisarlo.
Una semana después, todo el mundo pagaba mansamente sus AR$ 2,50 cada vez que deseaba viajar en el subterráneo porteño.

Pasaron los días. El tema del traspaso parecía estar en un limbo. Nadie sabía quién estaba a cargo del subte.

Un día, la Ministro de Defensa Nilda Garré, una especialista en asignar efectivos a los lugares más apropiados (Gendarmería en marchas de protesta, Prefectura en los semáforos de Puerto Madero, policías mirando partidos de fútbol, perros entrenados para detectar dólares en lugar de contrabando, etc.) decidía de otro plumazo que la Policía Federal no iba a custodiar más los andenes del subte. Hasta el momento yo nunca había visto uno ahí, pero si ella dijo que estaban, supongo que estarían. Y no iban a estar más.

El que se paró de manos, entonces, fue el macrismo. Adujo dramáticamente que todavía no estaba en condiciones de asignar efectivos de la Policía Metropolitana. Recordemos que la Cuadriculada es, a todos los fines prácticos, lo mismo que el vigilador privado de un supermercado. En caso de pescar in fraganti a un delincuente, no tiene autoridad para detenerlo, sino que tiene que dar aviso al agente de la Federal más cercano. Andan por ahí, pasean, charlan, pero no pueden llevar preso a nadie. Parecen buena gente, eso sí.
La cuestión es que nadie le dio bolilla al reclamo PRO, y la vida siguió igual.

En el medio, pasó algo que no estaba en los cálculos de nadie. Un tren lleno de gente se llevó puesta media terminal, y la vida de 51 personas. No vamos a abundar en detalles, ya lo hablamos en el post anterior.

Macri, como decíamos más arriba, de tonto no tiene nada. Ya venía cocinando el plan, y lo de Once, si bien no estaba en el cronograma, le vino muy bien, era una herramienta nueva. De repente, todo el mundo tomaba conciencia que los transportes estaban en un estado calamitoso y eran tremendamente inseguros.
Y faltaba un solo eslabón en la cadena que necesitaba. Y se lo dieron en bandeja.
La UTA, hasta ese momento un gremio bastante funcional al Gobierno Nacional, decide un paro por tiempo indeterminado por la falta de agentes de la ley en las estaciones del subte. Claro, habrán pensado, los subtes son de Macri, vamos a empezar a joderle la vida al bobo éste.

El ingeniero no necesitaba más. Convocó a conferencia de prensa, mostró un papelito en el que supuestamente estaban las inversiones incumplidas del Gobierno Nacional desde la época del difunto Néstor, declaró que los subtes eran inseguros y que no tenía agentes cuadriculados para asignar, y le tiró nomás a Cristina los subtes por la cabeza. Y se fue muy orondo.

A esta altura, ya queda bastante claro que el único dirigente opositor capaz de hacerle volar los pájaros a la Presi es Macri. El tipo lo sabe, y sabe muy bien cómo usarlo. Y lo usó.
Y Cristina, por supuesto, explotó. Lanzando espuma por la boca, descalificó a Macri diciendo "a ver si en tres meses puede organizar 240 personas de uniforme" (supongo que para algún corso, porque lo que hacen falta son policías y no personas de uniforme), mientras el ex bigote se mataba de la risa.
Claro, porque había logrado lo que quería: al menos por un mes, seguirá habiendo, si es que alguna vez los hubo, agentes de la Federal en las estaciones del subte. Todo ganancia para el ingeniero.
Y mientras Mauricio se despanzurraba de la risa, Cristina derrapaba cada vez más.
En su discursillo (3 horas y cuarto) de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso, nos legó delicadezas tales como que los docentes argentinos trabajan 4 horas diarias y tienen 3 meses de vacaciones anuales, que si no hubieran pagado el corralito hoy tendríamos mejores trenes, y otras bellezas por el estilo, que en un país medianamente serio habrían significado la ejecución sumaria de todo el plantel de asesores presidenciales, por imbéciles nomás.
A todo esto, un millón y medio de personas se apelmazaban en colectivos y trenes, sumándose a los otros millones que habitualmente no toman subte pero igualmente se comieron el garrón de que un colectivo que habitualmente demora 45 minutos en llegar desde el punto A al punto B, ayer tardara una hora y media para recorrer el mismo trayecto debido a la cantidad de autos que abandonaron por un día la modorra del garage de casa para ir a pagar fortunas de estadía en el Centro.

La Presi, desde la banquina adonde había ido a parar, al menos se sacó la bronca y podemos tomar como un logro que les hizo justificar de un saque las dietas de 100.000 pesos mensuales a diputados y senadores, luego de soportar estoicamente el interminable discurso presidencial. Y el Alcalde porteño se sacó la lotería, ya que no sólo le devolvieron los agentes federales, sino que además demostró en la cancha que es el único dirigente opositor que le puede birlar la pelota y tirarle un par de caños al Gobierno Nacional.
Lo cual, de más está decir, habla bastante mal del resto de la oposición.
Johann Tenorio

miércoles, 22 de febrero de 2012

Opus Once

Es obvio que ver por la caja boba que hubo un "accidente" ferroviario en el que mueren 50 personas (hasta ahora), moviliza algunas cosas. No lejos del lugar de la catástrofe de hoy, hubo otra en el 2004 en la que murieron casi 200 pibes. Nos da alguna esperanza, leve, casi imperceptible, recordar que aquel hecho le costó el puesto al Jefe de Gobierno porteño. Al menos pasó algo, en este país donde parece que nunca pasa nada para quienes nos gobiernan.
El factor común entre Cromañón y el "accidente" de Once (lo vengo entrecomillando porque suele decirse que algo que se puede evitar, no es un accidente) es que ambas tragedias se veían venir desde la Luna. Había que ser un perfecto imbécil para que a uno lo tomara por sorpresa tanto un hecho como el otro.
Para peor, lo de hoy hasta vino con preaviso. Bah, si es que se le puede llamar "preaviso" a seis siniestros ferroviarios en el lapso de un año, todos ellos con víctimas fatales, incluyendo un roscazo entre dos formaciones en Muñiz, una combi escolar llena de pibes atropellada en San Luis, y un colectivo haciéndose percha entre dos trenes en Plaza Flores. Total de víctimas: hasta ahí, "nada más" que 23. Sin contar, por supuesto, los que se caen todos los días de trenes abarrotados en Capital y el Conurbano.
Bueno, a las autoridades que se supone deben controlar el correcto funcionamiento y mantenimiento de los transportes en el país, parece que no les alcanzó para darse cuenta que algo no andaba bien. Y siguieron, y siguen por ahora, firmando cheques millonarios en subsidios a empresas que, para decirlo en buen criollo, hacen con esa guita lo que se les canta el culo. Todo esto ante la atenta mirada de sindicatos que, supuestamente, no sólo deben trabajar por el salario de sus afiliados, sino también por su seguridad. Ja ja ja, qué iluso Tenorio.
Y pasó lo que indefectiblemente tenía que pasar. Un día, un freno no funcionó. Bueno, menos mal que los trenes, aún los más antiguos (cómo éste que se estampó hoy contra el andén, que estaba construido en 1956), tienen sistemas de seguridad que ante una falla en el sistema de frenos, no dejan arrancar el tren. Ups... ¿qué pasó? Nada, que últimamente, las empresas tienen la pícara costumbre de "puentear" estos sistemas que sólo sirven para romper las pelotas. Ni a palos hay que permitir que se demore el servicio. Y si algún tercerizado llega a cortar una vía para ver si de una vez por todas lo efectivizan, un par de corchazos y listo, a echarle la culpa a la Policía Metropolitana concheta y represora. Preguntale a Mariano Ferreyra cómo es la cosa.
Ah no, pará, parece que el sistema anti fallas servía para algo che. ¿Y ahora cómo frenamos este carromato lleno de gente? Y, no, no lo pudieron frenar lo suficiente. Bah, en realidad tenemos que agradecer que algo lo frenaron y que venía nada más que a 20 km/h cuando se llevó puesta la terminal. Si llegaba a venir a 30, no paraba hasta la 9 de Julio, y nos arruinaba el corso que nos prometió la Presi.
Pero el corso se arruinó igual, porque (según nos aclara el Secretario de Transporte de la Nación) la gente tiene la mala costumbre de mandarse para los vagones de adelante cuando el tren está llegando a destino, la misma gente que deja todo para último momento y por eso se tiene que bancar 9 horas de cola con 43° de térmica para sacar la SUBE. Y encima, ese freno inoportuno tuvo la magnífica idea de terminar de romperse justo en hora pico de un día laborable, en lugar de ser progre y romperse un día antes, que era feriado nacional y popular. Conclusión: hubo 676 heridos, 50 de ellos graves, y 50 fallecidos, de los cuales el primero conocido fue un nene.
La Presi no asomó siquiera la nariz, pero dictaminó 2 días de luto nacional (uno menos que por la muerte de su marido) y suspendió el corso de la 9 de Julio. Menos mal, ahora sí que estamos tranquilos.

Mientras hago un breve minuto de silencio y releo lo ya escrito, me doy cuenta que este palabrerío suena bastante a que me estoy tomando el caso en joda.
Tal vez sea así nomás. Me está costando cada vez más preocuparme por estas cosas, aunque sean de la magnitud de lo que pasó hoy.
Y es que me da la impresión de que a nadie le importa tres pitos. Mañana Román se vuelve a pelear con Falcioni, y todo el mundo se olvida de todo el mundo.
Me da la impresión de que los únicos que nos preocupamos por estas cosas somos los que no votamos a este Gobierno. Si uno se mete en este momento a recorrer blogs o a navegar por redes sociales, inmediatamente salta a la vista que los que pedimos que se investigue por qué suceden estos supuestos accidentes, adónde van a parar los subsidios que salen de nuestros impuestos, y otras impertinencias por el estilo, todos nosotros tenemos en común que en algún momento fuimos llamados "gorilas", "fachos", "cómplices de la dictadura" o algo similar por los mismos que se queman las pestañas buscando pretextos para justificar la Ley Antiterrorista, la Ley de Medios y el Proyecto X.
Misteriosamente, hoy todos los votantes confesos de este Modelo, desaparecieron de las redes sociales. Parece como si todos estuvieran mirando el Soñando. Hasta levantaron la edición de hoy de "6-7-8". Soldado que huye sirve para otra guerra, dicen que.
Así debe ser entonces. Votaron este Modelo y están chochos con él. Si se matan 50 tipos en una estación de tren, debe ser culpa de Macri. O de Cobos. O de Clarín. Hace 9 años casi que la Argentina viene siguiendo los designios del Modelo, pero nada de lo que en ella pasa parece ser consecuencia de éste. Por ende, sigamos así, y que siga el corso. Ah no, cierto que lo habían cancelado.

Yo no voy en tren, voy en subte. Así que el día que me saquen de entre un montón de fierros a 6 metros de la superficie, no investiguen nada. Total, el boludo soy yo por viajar en el primer vagón.
Johann Tenorio